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Capricho infinito sobre el Egeo

Un hotel de planos encalados, de ventanas y terrazas abiertas al cielo, de piscinas sobre el horizonte...

Thíra, Santa Irene, Santorini, de las Cícladas, del intenso hermoso Egeo griego, de casas blancas y celestes cielos casi blancos, de ventanas y aguas azules, de cálidas noches y tierra oscura, rojiza, de ocres, caldera volcánica de alturas y profundidades, pueblos elevados de esquinas dulces, de horizonte infinito, tiempo detenido, de paz, de calma, de sosiego, llamada en un tiempo Kallistè, la más hermosa.

A su norte, al borde de los acantilados que encierran la caldera, a 300 metros de altura sobre el mar, el pequeño pueblo de Oia de apenas 1200 habitantes, mirando al interior, al sur y las islas, al oeste de los ocasos más hermosos. Y en Oia, en el último mirador, el Katikies, un hotel de habitaciones escondidas en pequeñas casas cuadradas, cúbicas, de bóvedas y arcos, caprichosos planos encalados, de ventanas y terrazas abiertas al cielo, pequeñas escaleras, cuevas y puentes, de piscinas sobre el horizonte del más espléndido mar.

El primer hotel de lujo de Santorini, habitaciones con terraza, con jacuzzi, con sus tres restaurantes regentados por el chef Minas Nitis en los que degustar lo más exquisito de la cocina griega clásica y moderna, el Kirini junto a la piscina, el Katikies, en el una escondida terraza en la azotea del hotel, o el Ellinikon abierto el pasado año en el que Nitis ofrece sus platos más innovadores y creativos sobre los más frescos productos griegos, dos piscinas infinitas y el afable y atento servicio del personal.

El sueño de unas vacaciones en el paraíso.

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