Akelarre es uno de los mejores restaurantes del mundo y lo es, además, después de más de 40 años historia; abrió sus cocinas en 1970 y, cinco años mar tarde, se incorporaba a ellas un joven y todavía desconocido Pedro Subijana, hoy uno de los chefs mejor valorados del mundo.
En 1978 Akelarre obtenía ya su primera Estrella Michelin, signo inequívoco de la creatividad y la elegancia que sabemos hoy propias de Subijana; en 1982 llegaría la segunda Estrella y, aunque la tercera se hizo esperar un poco más, lo cierto es que Akelarre no se ha separado en ningún momento de sus tres Estrellas Michelin desde que estrenara este triple reconocimiento en 2006.
¿Qué más se puede pedir a una propuesta gastronómica como la de Akelarre? Subijana lo tenía claro, lo soñaba incluso, un hotel que completara la experiencia de alta cocina y conviertiera una reserva para comer o cenar en una escapada inolvidable. Ese hotel es una realidad desde el pasado día 1 de julio, claro que hablamos de una realidad tan magnífica que parece que nos hayamos colado más en los sueños de Subijana que en los bajos de Akelarre para descubrirla.
Y es que el hotel está ubicado bajo el restaurante y sus espacios han sido diseñados y decorados con todo lujo de detalle por Marta Urtasun y Pedro Rica, del estudio de arquitectura Mecanismo; Akelarre cuenta únicamente con 22 habitaciones porque la exclusividad forma parte de la experiencia; todas ellas cuentan con terraza para desayunar o merendar en la habitación y para disfrutar de las vistas al mar, todas cuentan con Apple TV y con sistema de sonido de Bang & Olufsen, con bañera y ducha de lluvia pero sólo dos de ellas superan los 100 metros cuadrados, son las suites Akelarre.
La experiencia de Akelarre ha pasado de ser gastronómica a ser un alarde de puro placer, no sólo por el hotel sino también por su SPA y su zona wellness, también por los traslados organizados al centro de San Sebastián para que descubras, además de la cocina de Pedro Subijana, su hotel y su SPA, también la tierra en la que se encuentra.
Lo cierto es que Pedro Subijana puede afirmar, sin temor a equivocarse, que lo suyo es un Akelarre de puro placer.
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