Un camino de escasos cinco kilómetros es la pasarela para sumergirte en un mundo que probablemente creías olvidado. Es un mundo de naturaleza donde dominan los lugares sin alrededores. No es casualidad que estos parajes hayan estado aislados hasta época reciente, como si de alguna manera la naturaleza quisiera conservarlos para siempre intactos. Se trata del alto Valle de Sobrarbe, en Huesca, donde antaño los hombres vivían bajo sus propias normas y sólo limitados por el clima y los caprichos del terreno. Aquí descansa el Hotel Casa de San Martín miembro de Rusticae, uno de esos lugares sin nada alrededor donde la tranquilidad te envuelve.
El caserío domina una finca flanqueada por dos barrancos y rodeada de pinos y robles. Inicialmente fue una propiedad del Monasterio de San Victorián y posteriormente casa de labranza. El edficio, una construcción de piedra del siglo XVIII fue reformado respetando la esencia de la zona y configurando un puzzle de balcones, terrazas y porches coronado por las típicas chimeneas aragonesas “espantabrujas”. En el interior, las habitaciones están impregnadas por los acogedores brazos del otoño. Decoradas con mimo, transmiten serenidad a través de sus vistas al bosque de hayedos.
Por la noche, son las estrellas las encargadas de recordarte que estás muy lejos de la rutina cosmopolita y si la temperatura lo permite, disfrutarlas en el exterior, la lectura de un buen libro o un cóctel junto a la chimenea de su salón principal es una opción excelente. Todo está cuidado al máximo, rindiendo culto al detalle a través de sus arreglos florales, las mantas de lana, el punto de cruz… Definitivamente, aquí debe ser donde el otoño descansa el resto del año.
Hotel Casa de San Martín. Rusticae
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