Berlín, 9 de noviembre de 1989. Algunos apenas habían abandonado la adolescencia, otros la pasaron soñando con algo parecido; muchos llevaban chupete y otros ni siquiera habían nacido. Lo cierto es que aquella noche de otoño del 89, la caída de una formidable mole cambió el mundo. El derribo del Muro de Berlín supuso mucho más que un hecho físico, pues con él rodaron barreras políticas, ideológicas, sociales y culturales y se abrió el camino para el desplome de muchas otras. Todos ellos lo pintaron. Después. Durante los 90.
Mientras la gente se apresuraba en atrapar para siempre un pedazo del Muro de la desunión, ellos —Dimitrij Vrubel, Thierry Noir, Keith Haring, Kani Alavi, Birgit Kinder…— hicieron explotar de color los 1316 metros de hormigón gris que veinticinco años después aún siguen en pie, convertidos en la mayor galería de arte urbano al aire libre. Homenaje a la libertad y nuevo símbolo de la denuncia, la East Side Gallery nació en Friedrichshain, tras el derribo, donde más de cien artistas provenientes de diferentes países dibujaron sus protestas, inmortalizaron su ideología a través la pintura creando una obra de arte única, un nuevo monumento histórico, el de la euforia y la apertura.
Arte puro, espontáneo, callejero; arte urbano, Straβenkultur, dicen ellos, los berlineses. Tan controvertido y perseguido como efímero y original. Como Berlín. Porque hoy la cuidad ha recuperado el espíritu transgresor, alternativo y multicultural que un día hizo de ella la capital del mundo.
“Yo vengo de Irán, un país en el que el muro existe en las cabezas de los ciudadanos; cuando llegué a Berlín me encontré con él de frente”. Kani Alavi.
Sin embargo, la erosión, el clima adverso, la especulación inmobiliaria y el vandalismo pusieron en peligro el tramo más emblemático del muro del siglo XXI; por ello, a partir de 1996, Kani Alavi puso en marcha el proyecto Künstlerinitiative East Side Gallery eV —Iniciativa de Artistas East Side Gallery eV— para su restauración y protección.
“Comencé a pintar el muro para no volverme loco”. Thierry Noir.
Salió bien y gracias a ella podemos seguir disfrutando de murales tan emblemáticos como el célebre “beso de la muerte” entre Leonidas Breznev —entonces jefe de Estado de la Unión Soviética— y Erich Honecker, presidente de la RDA, pintado por el ruso Dimitrij Vrubel; o las llamativas figuras de Thierry Noir, el primer artista que, en 1984, coloreó el triste gris del lado Este de manera clandestina, al más puro estilo grafitero: evitando a la temida Stasi y a los vigilantes del Muro.
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