Luis II de Baviera no es un personaje más en la lista de nobles y soberanos alemanes. Hijo del rey Maximiliano II y de María de Prusia, es uno de los máximos exponentes del interés y mimo que la Casa Real puso, especialmente durante su reinado, en el cultivo de las artes. Arquitectura, música y poesía vivieron un gran momento durante las dos décadas que fue monarca, y todo ello a pesar de su personalidad melancólica, a la moda del Romanticismo; y de sus labores políticas.
Vencido por Prusia, a raíz de la Guerra de las Siete Semanas tuvo siempre al gran vecino del norte como yugo; y tampoco ayudó que no engendrara heredero ni formalizara sus compromisos matrimoniales, derivado de su homosexualidad. Una vida con excentricidades pero, sobre todo, tristeza, derivaron en una esquizofrenia diagnosticada; aunque nada de ello le impidió dejar huella, sobre todo de cara al futuro de Baviera.
Gracias al empeño de Luis II en la construcción de castillos románticos con materiales exclusivamente bávaros, permitió el desarrollo de industrias que permitieron un gran enriquecimiento de la región hasta hoy. Seguir los pasos de su vida supone visitar estos castillos, pero también Múnich, capital del reino; y otros lugares que marcaron su vida.
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