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Días de vino y trufas en Somontano

Es época de vendimia en Somontano, momento ideal para recordar una experiencia de enoturismo que se nos antoja perfecta.

En el habla aragonesa, Somontano significa pie de monte y como tal la comarca oscense de Somontano de Barbastro abarca el piedemonte más oriental del Pirineo y la llanura del Ebro. Su historia geológica tiene mucho que ver con el depósito de materiales marinos hace unos 250 millones de años. En su paisaje resaltan los cultivos concentrados en los llanos de suelos pardo rojizos poco feraces, pero básicos y de buen drenaje, donde aparece un mosaico compuesto por trigales y sus barbechos, los almendros y los olivos, las huertas a lo largo del río Vero y en la periferia de Barbastro, los viñedos. En medio, la media montaña, sierras humildes desde las que se vislumbran las nevadas cumbres pirenaicas, paisajes de colinas, lomas y profundos barrancos de matices rosado viejo en los que abundan encinas, pinos, carrascas y coscojas acompañadas de un matorral encabezado por el romero, la jara y el quejigo. Somontano se encuentra en los límites de mundo ecológico de la vid. Pero su microclima mediterráneo, resguardado por las sierras de Guara y Salinas de los vientos del valle del Ebro, de los Monegros y de los Pirineos, y la diversidad de sus suelos, permiten cultivar un buen plantel de variedades. Con suelo, uva y mucho trabajo obtienen los mejores frutos en cada vendimia.

Es época de vendimia en Somontano y es el momento de recordar una experiencia ecoturística realizada hace unos meses, cuando el frio no hacía presagiar que el verano haría de ésta una vendimia adelantada y corta. Nuestros anfitriones en Barbastro fueron Viñas del Vero y Blecua, dos bodegas con distintas almas, pero un mismo corazón, González Byass. En Somontano elaboran blancos, tintos y rosados nacidos de la diversidad de suelos y variedades de uva de la comarca, desde la autóctona Garnacha hasta un universo de uvas cosmopolitas. Prácticamente las quince uvas permitidas por la D.O con las que elaboran cuatro gamas de vinos. Entre ellas, dos especialidades, Secastilla y Blecua.

Nuestra ruta comienza ascendiendo entre estrechas y ásperas terrazas hacia el último descubrimiento enológico de Viñas del Vero, 48 hectáreas situadas en la zona más septentrional de la comarca con viñedos recuperados de antiquísima Garnacha de altura. Se trata de Secastilla, un pequeño y escondido valle de terrazas pedregosas por encima de los 700 metros, con distinta orientación y muy pobres en nutrientes en las que Viñas del Vero ha creído para hacer un Vino de Pago. El trabajo que realizan en Secastilla es una mezcla de viticultura tradicional con enología contemporánea. Prácticamente todo el laboreo es manual. Llegada la vendimia, por la situación alejada del pago respecto a la bodega y por la tendencia de la Garnacha a la oxidación, la uva se despalilla, se pisa, y se pone a macerar in situ, acercando un depósito móvil refrigerado al propio viñedo. El rendimiento es muy bajo, pero el vino expresa toda la intensidad y concentración del terruño. Al terminar, nos dirigimos al cercano viñedo del Perruego para disfrutar de un tradicional y prolongado almuerzo.

El relato continúa en la bodega de Viñas del Vero y Blecua, a poca distancia una de otra. El subsuelo de Blecua está formado por cuevas naturales, retiro de los monjes benedictinos franceses de Sainte-Foy de Conques desde el siglo XI, sobre las que en el S. XIX se levantó una elegante casa señorial. Hoy restaurada por Viñas del Vero, en ella se elabora su producto más emblemático, Blecua, el vino resultante de una triple selección, de viñedos, racimos y barricas. Cada año, seleccionan entre siete y ocho viñedos de cuatro variedades de uva, Tempranillo, Garnacha, Merlot, Cabernet Sauvignon. Tras una cuidadosa vendimia manual, las uvas se trasladan en pequeñas cajas a la bodega donde se vuelven a seleccionar los mejores racimos y comienza su artesanal proceso de elaboración. Cada uno de los vinos se introduce por separado en grandes cubas de fermentación de roble francés de Allier. La fermentación y posterior maceración se prolongan a lo largo de cuatro semanas, dependiendo de las variedades de uva. Cuando se inicia la fermentación maloláctica, los vinos pasan a barricas nuevas de roble francés de Allier procedentes de cuatro tonelerías diferentes. Doce meses después, se procede a la selección de las mejores barricas de cada varietal y se realiza el ensamblaje definitivo, que permanece en el silencio de las antiguas cuevas monacales otros ocho meses. El resultado es Blecua, un vino de producción limitada con veinte meses en barrica que supone lo mejor del Somontano.

Y las trufas? Dónde están las trufas?. Por la tarde, después del generoso refrigerio en el Perruego, tiramos monte arriba detrás del maestro trufero Mario Cequier y Teo -un perro tranquilo, obediente y sociable- a la caza de un bien gastronómico oculto, la Tuber melananosporum, la trufa negra, preciado tesoro de nuestros montes. Pacientemente, Mario nos explicó dónde buscar mientras el frio, las carrascas y un plantel de hierbas aromáticas nos regalaban la tarde con la sencillez y el oficio de los que saben lo que hacen. Nos referimos a González Byass, cuya bodega matriz en Jerez es la bodega más visitada de Europa. Por algo será. Queremos creer que las trufas que Teo encontró fueron las que nos sirvieron aquella noche en Blecua, en una sincera y divertida cena todo trufa servida por Carmelo Barrio del afamado un estrella Michelín Lillas Pastia.