Frente a su fachada o recorriendo cada una de sus nueve habitaciones se entiende por qué la historia del hotel Villa Clementina se empezó a escribir a finales del Siglo XIX. Su promotor, Esteban Ancil, realizó una declaración de intenciones en 1.888: sería “la casa más hermosa del mundo”. ¿Quién fue Esteban? Un emprendedor navarro que dedicó su fortuna y suerte a realizar proyectos sociales y donaciones. Cuando regresó de Cuba, decidió construir un edificio con todo el lujo y refinamiento de las “casas de indianos”, un edificio singular que en su día bautizaría como Villa Lónguida. Desde entonces el espíritu de la casa se ha mantenido en silencio hasta que entre 2009 y 2010 fue recuperado por la quinta generación, los hermanos Oiza Redin, y rebautizado como Villa Clementina, en honor a la sobrina-nieta de Esteban, Clementina Redin.
Una historia tan personal y singular no pasa desapercibida al cruzar el umbral de Villa Clementina. Rodeada por una finca de 3.000 metros cuadrados, su interior combina con equilibrio materiales y diseños exclusivos en iluminación. Un hotel decorado con piezas y muebles de los años 40 y 50 del siglo XX obras de algunos iconos como George Nelson, Charles&Ray Eames, Arne Jacobsen o Hans Wegner. En el exterior, además del entorno del valle, se ha rehabilitado una huerta de estilo inglés cuyas especies se utilizan en el servicio de cocina.
El complemento del hotel es un entorno como el pre-pirineo navarro, a escasos 30 kms de Pamplona. En él se suceden los bosques, observatorios de aves, montes, lagunas y rutas arquitectónicas. Un marco de ocio, relax y naturaleza para estimular los sentidos durante la estancia en una de las habitaciones singulares del hotel Villa Clementina.
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