Coco Chanel.
Vestir

Te prefiero Coco. Te deseo Chanel

Habitar la nada, adueñase de la forma. Y volver a empezar.

Te prefiero absorta mirando el barroco recargado en las imágenes religiosas, el oro, los colores vivos, apasionados. Te imagino en misa y tu cabeza que volaba y entrecruzaba la ostentanción con la simpleza de las vestiduras amplias, amorfas. La rigidez de la arquitectura que se niega a ser sólo un conjunto de pilares y remates. La inmensidad de espacios y tú tan pequeña, con tanto frío de alma y de cuerpo. ¿De eso se trataba, Cocó?

Pensando en olvidar la inmensidad esa que te hizo sentir el abandono y decidiendo que el vacío no lo eras. Habitar la nada, adueñase de la forma. Y volver a empezar.

Y recrear la historia. La leyenda que se escribe primero por dentro, como procesión de Pascuas. Rigurosidad y fábula. Hacer bello lo real. Crearlo. Magnificarlo.

Te imagino en la estepa rusa mirando bordados bizantinos. Observándoles desde tu presente con esa mirada que todo lo tejía y mezclaba. La genialidad de unir puntos inconexos. Hasta ahora inconexos. Lo más elemental y reprochable a los ojos de los demás, para convertirlo en tendencia.

Te intuyo con el duque de Westminster ávida por tocar ese tweed, deslizar tus dedos por el tejido, unirlo con las texturas más básicas del orfanato más los rasguños propios de limpiar escaleras y dejar esos flecos que fueron desaliñados hasta que los cruzaste con tu arte. Justa medida, justa proporción, tacto nuevo.

Y tu cabeza, vorágine de ideas que se mezclan, se conjugan. Tiranía, la de tu mente, que no paraba de engendrar y recordar sensaciones que transformaba en patrones.

Desprenderse de lo obvio para ir a lo puro. Reírse en la cara de la vulgaridad de lo recargado, para simplificar las formas. Y dibujar joyas en el cuerpo. No como adorno, sino como complemento. Forma y contraforma. Recreando perfiles.

Y volver a cansarse de lo que se ve para pintarlo todo de negro, con el desparpajo de romper con la ostentación. No se trataba de mostrarse, se trata de ser.

Te prefiero negándote a lo que hay, mientras te hundías en tu hotel a ver la tele para no dejar pasar a los fantasmas del pasado. El que creaste y el real.
Te sospecho imaginándote ingrávida a 2 metros bajo tierra, oponiéndote a aceptar que allí todo terminaría, que un día ya no habrían hilos ni costuras. Y deseando que llegue el momento de cambiar el hábito tan blanco y etéreo de los ángeles. Que si iban a ser los tuyos pues también deberían estar a tu altura.

No te conozco. No te sé más allá de mi ignorancia de ti. Pero te modelo, te creo, te intuyo, te sospecho.

Y ahí lo sé.

Te prefiero Coco. Te deseo Chanel.