Tras unos cuantos años de experiencia he llegado a la conclusión de que, por mucho que pase el tiempo, siempre habrá algo que despierte tu ilusión. Sí. Algo que te haga ponerte rojo hasta que las orejas te echen humo; que el estómago se encoja de tal forma que la sensación de placer acabe subiendo por tu garganta hasta desembocar en una sonrisa involuntaria y, a veces, infantil. Estas cosas que se suelen llamar ‘chiquilladas’ pero que acostumbran a deambular por la rutina adulta… La culpa la tiene Amaya.
Cuando alguien consigue mezclar patrones arquitectónicos con los gustos de la vida cotidiana roza casi la perfección. Es el caso de la colección primavera-verano de Amaya Arzuaga. La diseñadora burgalesa se lleva por delante la tendencia ‘pastel’ para endulzar unas piezas en las que escasean líneas rectas. ¿El responsable? El plisado en su máximo grado que, junto con las transparencias, forma modelos geométricos que inspiran buen gusto y el cuidado por los detalles bien trabajados.
Arzuaga resalta la belleza femenina a través de vestidos que dejan al descubierto las piernas destacándolas con calzado de tacón. Una colección frágil que, a través de su minuciosidad, reviste a la mujer actual de delicadeza y suavidad. Una colección que hace vibrar.
Definitivamente la culpa es de ella. Por hacernos soñar…
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