Nos quedamos enganchados a una historia de caballos ...
Cuentan que algunos acostumbran a escapar por las noches, a pesar de los tres y hasta cuatro pestillos, e incluso algún cierre con combinación, tras los que se les supone dormidos; quizá sea la sensación de libertad lo que los incita a escapar o el sencillo deseo de un bocado de hierba. Hablan también de un semental que actuaba movido más por la lujuria que por la gula, y de una yegua y su potrillo, que vino al mundo meses después de algunos escarceos nocturnos de los que nadie tenía noticia.
Pero la historia de estos caballos, que son los del Centro Hípico Equitecnic empieza antes, mucho antes, cuando Rosa tenía sólo 4 años y montaba por primera vez un pony, y los años que siguieron a ese primer galope, cuando no entendía los impedimentos que sufría para vivir su pasión, cosas como no poder aprender a saltar si no tenías caballo propio; ella, con sus pocos años, no entendía ese halo de elitismo que parecía envolver el mundo de la hípica.
Luego ocurrió que el centro hípico al que Rosa acudía a montar, y que era además el único de su zona, cerró sus puertas y aquello que parecía ser el final fue sólo el principio de un gran proyecto que dura ya 12 años. Sus padres y su profesor convirtieron su gran pasión y buenhacer sobre el caballo en un negocio, un negocio vivido como una afición, porque no puede vivirse de otro modo que desde el amor a los caballos, al animal más allá de su valor en euros, del beneficio económico que reporte o del coste de sus cuidados.
Y así hasta hoy, cuando Equitecnic se ha convertido en un centro hípico, no privado, de referencia por el mimo y el cuidado con que se ocupan de sus caballos, el 90% propiedad del centro. Puedes acudir a Equitecnic a conocer el mundo de los caballos, a montar, saltar o, simplemente, a sentarte junto al ventanal con un café o un refresco entre las manos y mirar fuera para disfrutar de un entorno creado por y para los caballos.
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