Cuando en febrero de 2010 los tabloides informaban de la inesperada muerte de Alexander, pocos imaginaban que la sucesora del universo McQueen sería Sarah Burton. El listón estaba altísimo, pese a que el inglés nunca llegó a colarse en el reducido círculo de la moda parisina. El gran provocador de ideas locas –para algunos más perturbador que el mismísimo Galliano- al que le gustaba vestir con bumsters y sneakers encontró en Sarah a su perfecta mano derecha, la única capaz de hacernos disfrutar del mundo de Alexander-sin-Alexander.
Burton ha creado una colección (anticipo de la próxima primavera-verano) de pronunciadas exageraciones y cortes pensados para marcar la silueta femenina, alejándose de ornamentos barrocos en busca de una inocencia más intensa y pura, la de los matices y tejidos eclécticos propios de la juventud.
Cintura marcada y tiro bajo -marca de la casa-, pantalones piratas, falso oversize a base de pliegues, patchwork, crochet y broderie inglés. Detalles de sencillez aparente que encierran un dramático romanticismo de tintes abstractos y revolución. De nuevo, esa simplicidad compleja anti-convencionalismos que McQueen entiende mejor que nadie.
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