‘Y, de repente, surgido de la nada, tras un leve pestañeo, se impuso ante sus pies un pequeño pomo dorado que abriría las puertas hacia el feliz destino de la moda’. Estas palabras podrían definir a la perfección lo que ocurrió en 1913 con la apertura de la primera tienda de Coco. 100 años después, la dama de la moda, convertida en todo un imperio a través de su marca, continúa coqueteando con el mercado internacional de manos de Mr. Lagerfeld en busca de la gloria eterna.
Para esta ocasión, el ‘crucero’ de Karl nos ha llevado por aguas asiáticas, como viene siendo costumbre en los últimos tiempos, para proponernos un despliegue máximo de elegancia y feminidad. Vuelta a las faldas lápiz y vestidos plisados, en lino o crèpe, que se desenvuelven con soltura entre curvas muy marcadas con chaquetas a la cintura. La insinuación llega a través de camisas ligeras y pantalones anchos, aquellos que supuestamente nos recuerdan al cricket pero que, inevitablemente, a los nostálgicos nos obliga a recordar a la Coco que conquistó la alta sociedad con sus sombreros descarados.
Un fondo de colores tierra, empolvados y fundidos con los clásicos tonos señoriales, como son el negro o el azul marino que, inevitablemente, firmaban aquella tarde con un ‘Con cariño desde Singapour’.
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