Cuando Burberry anda lo hace a caballo, con caballero a lomos que así lo presenta su logotipo ecuestre. Va al paso, quizás al trote, pero tras su colección de primavera verano 2013, digamos que ha cogido ritmo y ahora lo hace al galope.
Y galopando nos presenta, alejándose de su cobertura de cuadros, que haberlos haylos, una colección brillante. Y no por genial, que también, sino por ese juego de reflejos, refracciones y brillos que dan la piel metalizada y el satén.
La casa británica, conocida por sus gabardinas y de la mano de Christian Bailey, ve la primavera excitante, expresiva y colorida. Porque colores no faltan. Así fucsias, turquesas, naranjas, rojos y dorados, pigmentan bolsos, pañuelos y zapatos.
Del Blaze a los clutch de metacrilato, y de las cuñas arquitectónicas de 11 centímetros a las bailarinas que prefieren lo plano, sus complementos son como un baile de luces, destellos y transparencias.
Todo artesano, de limpias estructuras y con ese regusto vintage que da siempre el mirar atrás, el inspirarse en el pasado. Y que suman candados, piel de serpiente, cuero, vinilo y láminas de aluminio, para un despertar a la primavera, que ya pintara Botticelli, pero que lejos de enmarcarse en una estética renacentista, los jinetes a lomos del corcel, introducen ese aire futurista que da la percepción del metal.
Una forma brillante de empujarnos al equinoccio y persuadirnos hacia el solsticio. Spring/Summer welcome.
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