Las soñó una noche de tormenta y luego las dibujó hasta hacerlas tan reales y nítidas como tú y como yo, tan estilosas e ingrávidas como las pompas de jabón, tan suyas como Chloé, la mejor de sus creaciones.
Una era alta y rubia, vestía colores neutros y perfectos de cuero sobre rayas medio diplomáticas, de esas que –combinadas- se asemejan al estilo piyama que las francesas lucen para ir a buscar el periódico en las mañanas de domingo. Puro ready-to-wear del fino, del de los pantalones de bajo bombacho, las camisas blancas de cuello marcado y los chalecos tipo trench. Parisienne de Montmartre, diva por momentos, artista a media jornada.
La otra era castaña, de mirada melancólica y zancadas de modelo. Prefería los colores vivos a los oscuros y moría por los rosas chicle y los amarillos mostaza. Adoraba las gabardinas y bermudas anchas de pinzas y aire masculino, que mezclaba con jerséis de punto y tops anchos de líneas puras. Se perdía por los vestidos largos y los volantes, sin importarle el protocolo ni la etiqueta. Desgarbada y liviana, de las que pasean en bicicleta por las orillas del Sena.
Así son las mujeres que soñó aquella noche de truenos y centellas. Así es la nueva colección primavera-verano que la casa francesa nos propone para la próxima temporada. Chloé en estado puro.
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