Ellas -Adrienne Juliger, Ine Neefs y Moya Mardy- visten de Prada mientras Steven Meisel las mira y las filma para llevar así a la moda hasta la primavera que viene.
La campaña a través de la que Prada quiere sobrevolar el invierno y llevarnos al tiempo cálido del próximo año se ha filmado en blanco y negro siguiendo, probablemente, con el tono opuesto a la siempre sorprendente psicodelia Prada. En esta ocasión, la icónica firma de moda italiana opta por la sobriedad, tal y como pudimos ver el pasado mes de junio cuando esta colección que hoy es campaña era desfile.
Claro que hablamos de sobriedad made in Prada, que no es una seriedad ni un formalismo al uso sino una propuesta elegante, bella, terriblemente favorecedora y siempre deseable; los vestidos son los dueños y señores de una colección que es también muy denim y funcional.
El azul y el negro, las transparencias, los vestidos a media pierna y cintura ceñida y los pespuntes blancos y notables son algunas de las líneas maestras de una colección dominada por los tejidos sencillo en su estampado y colorido.
Meisel optó por un entorno de exterior para dar fondo a la campaña y también por remarcar la sobriedad de la colección con la actitud de las modelos; tanto Adrienne como Ine y Moya muestran una actitud distante y lejana al objetivo, como si no fuesen realmente conscientes de tantos ojos como las miran cuando visten de Prada.
Pero la realidad es otra, la realidad es que, en su sobriedad y en su psicodelia, nos gusta Prada tanto en su tejido como en sus complementos, nos gustan sus bolsos y sus zapatos tanto o más incluso que sus vestidos, lo que es decir mucho porque si algo brilla en su próxima primavera son precisamente los vestidos.
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