El Mediterráneo es un mar apasionado que baña costas de gran belleza, lugares que guardan largas e intensas historias, muchas de ellas reflejadas en los libros, otras secretas y siempre con la calidez que sirve de alimento a la pasión. Este mar hace que todas las tierras que toca tengan algo en común, que estén unidas por algo importante, el agua y la sal, el Mare Nostrum...
Ese mar baña Sicilia entera y una parte importante de nuestras costas uniendo la calidez italiana con el espíritu más flamenco, el del sur. La Italia más profunda y auténtica, la que vive y late en el corazón de Sicilia, es la que sirve siempre de inspiración y pasión a su firma fetiche: Dolce&Gabbana; pues bien, Domenico Dolce y Stefano Gabbana han cruzado el pedazo de mar que separa su Sicilia de nuestra Andalucía en busca de una cultura, unas formas y una esencia que tiene mucho en común con esa que los mueve y alienta en cada una de sus colecciones.
En esta ocasión, en lugar de ubicarse en un pueblo siciliano, lo hacen en uno del sur de España, en un entorno que guarda el mismo aire tradicional y rústico que descubrimos en otras campañas de esta sofisticada firma italiana pero que, en esta ocasión, cifra su pasión y su encanto al cante, el cante flamenco.
La campaña de primavera de Dolce&Gabbana marca un claro paralelismo entre la esencia andaluza y la siciliana y resalta a su vez las diferencias; las mammas sicilianas son abuelas andaluzas, ellos son toreros y ellas tan bellas y raciales como lo son siempre las mujeres Dolce&Gabbana; la riqueza del flamenco, de los trajes de torero y faralaes, de los brocados y bordados, los flecos, los volantes y la intensidad del negro, el rojo y el blanco con matices en oro dan forma a una colección de inspiración española que no puede ser más Dolce y más Gabbana, no puede ser más siciliana ni puede gustarnos más.
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