Su pelo rojo la ha delatado siempre, Jessica Chastain escondía algo de diablo tras su rostro angelical y ahora, vistiendo de Prada, lo desvela.
Hay estereotipos que, al margen de cuanto hay en ellos de prejuicio o, cuando menos, de idea preconcebida y cuanto de realidad, están arraigados en nuestra memoria: el pelo negro azabache y el negro azulado son propios de brujas de cuento -malas y feas o malas... e irresistiblemente atractivas-, el rubio es cosa de tontas... o de tontas muy sexys como Marilyn y el pelo rojo es un juego, un atrevimiento, un signo de distinción, llamativo, sugerente, brillante y propio de las más descabelladas travesuras ¿quién no recuerda a Pipi Lastrum?
Claro que la Chastain, como Julia Roberts, es mucho más sofisticada y glamourosa que la niña de las trenzas, aunque no debemos llevarnos a engaño, una pelirroja es capaz no sólo de obviar el tacón en una alfombra roja sino incluso de recorrerla descalza -preguntad sino en Cannes por Julia Roberts-.
La Chastain es mucho más sutil y sugerente que cualquier estereotipo de pelo rojo o que el propio diablo que viste de Prada, es una americana tocada por el glamour francés y por un rostro bello, casi hipnótico en la gran pantalla incluso en un nave camino de Marte; en la campaña de otoño de la psicodélica firma italiana -Prada- Jessica Chastain recoge el cabello y luce complementos de esos que hacen outfit, de los que distinguen y señalan porque destacan y embellecen.
En Paralles -la campaña pre-fall de Prada- Jessica Chastain nunca mira a cámara, está inmersa en su mundo, un mundo que no sabemos si es real o de cine pero sí que Willy Vanderperre lo inmortaliza con ese enfoque propio y exclusivo de un fotógrafo excepcional.
Romántica y sofisticada, inmersa en sus pensamientos y perfectamente complementada, así es Jessica Chastain cuando viste de Prada.
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