Abrir los ojos y ver que el otoño ha llegado. Desperezarse, hacerse un café bien cargado y volver a la cama porque sí, porque aún no hay fuerzas para abrir la ventana ni salir a la calle. Así amanecía, sin ganas de dar los buenos días como dios manda. Tenue, medio descolorida. Y todo por culpa de aquel último viaje, ese que la había dejado a solas consigo misma. A veces los regresos se te atragantan en mitad de ninguna parte.
Pura necesidad de parar el tiempo y contemplar. Eso mismo es lo que una siente cuando ve la colección resort que el señor Marc Jacobs (hace tiempo que dejó de ser un niño) ha dibujado para este entretiempo en medio del calendario. Se le dan bien estas cosas, en él hasta se nos antojan sencillas. Y así, sin mediar palabra y sobre una cama sin somier, presenta sus propuestas llenas de rayas, lazadas y pelo de colores. Atrevimiento sereno el de este neoyorquino que no ha dejado de sumar adeptos desde su irrupción en el mundillo allá por los noventa, cuando su forma de ver la moda era tal vez más controvertida y agitada que hoy.
Jacobs apuesta por los clásicos, eso sí, siempre bajo su particular forma de ver la moda, esa que te invita a mirar más de una y dos veces. Embelesa. Al igual que lo hizo con la firma Louis Vuitton, donde ocupó el cargo de director artístico durante dieciséis años hasta hace bien poco. Noticias que inquietan, zarandean y dan ganas de volver a la cama y esperar.
Listen: Street Spirit, Radiohead.
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