La diseñadora venezolana no deja de sorprendernos con esta colección, que mantiene sin embargo su sello indiscutible. La paleta de colores va desde los sobrios negros, grafito y marfil al verde trébol, la cayena o la frambuesa en estampados de motivos florales abstractos. Carolina Herrera se inspiró en la idea de working days & glamourous nights.
Los looks de día se componen de chaquetas estructuradas y piezas de traje, en franela, terciopelo y crepé pero con un halo de feminidad que aportan el péplum, los volantes y las pajaritas. La tarde y la noche van creciendo en volumen y feminidad. Trajes de cóctel con cinturas ceñidas e inserciones vaporosas y vestidos de noche compuestos de crop tops de noche con voluminosas faldas de gala, vestidos con capas y capas de tul, todo ello en tejidos de encaje, gazar, faya de seda y lamé.
La propia Carolina decía: “Yo amo la femineidad sin estridencias, con un estilo elegante que se fija en los detalles importantes”. Esta colección lo dice todo, no hay nada que añadir.
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