No hay nada en la vida como ponerse en los zapatos del otro para entender sus reacciones, sus respuestas, lo que necesita o lo que le pasa de verdad. Los de Desigual han pensado que para hacer prendas infantiles que conquistaran a los niños (que, no nos engañemos, son los que deciden…) había que ponerse en sus zapatos por pequeños que sean. ¿Y qué descubrieron? Que lo que los niños quieren de su ropa es que sea divertida y que les permita moverse y jugar a su antojo, sin ataduras, sin apretujones, sin sentirse limitados ni encorsetados. En su vida cada momento es una eternidad y hay que exprimirlo al máximo. “La vida es chula”. Y para ellos, más.
Y, de paso que creaban prendas ponibles lejos de las armaduras que diseñan otros, pensaron que bien podían aprovecharlas para estimular su imaginación. ¿Cómo? A través de los tejidos: llenando los fondos blancos con siluetas irregulares, como a medio a terminar, dibujadas con trazos gruesos y rellenas de colores y más colores. Sí, estampados imperfectos que parecen haberse garabateado ellos mismos.
La calidad de las prendas y de la confección la garantiza el sello Desigual: ropa eterna que seguirá intacta mucho tiempo después de que ellos hayan crecido.
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