Desde los comienzos de la carrera de la británica Stella McCartney en el mundo de la moda, sus guiños a los artistas contemporáneos más prominentes han sido constantes. Así, ya en sus inicios tuvo colaboraciones con nombres tan importantes como Jeff Koons (con el que trabajó en 2006), o antes incluso con David Remfry (2002) o Robert Crumb (2005).
El más reciente es el que ha llevado a la hija del Beatle a trabajar, por segunda vez, pues ya lo hizo en 2001, con el pintor Gary Hume, que fue además el artista que participó en el primer desfile femenino de Stella. Lo hace con una colección en la que la mujer es la gran protagonista, con dibujos de rostros y cuerpos femeninos en una composición claramente erótica y sensual. Transparencias que incluso han sido calificadas como 'pornográficas' por algunos críticos y estampados que toman obras de Hume.
En concreto, se toma una serie de trabajos realizados en acuarela y que el autor bautizó como 'Water Paintings', unas acuarelas pintadas en 1999 y que dibujan la silueta femenina sobre fondos de color. Sin embargo, en el caso de Stella McCartney, los dibujos no se han impreso en tonos brillantes, sino en un binomio blanco-negro muy efectista.
La diseñadora juega en las prendas con las texturas, combinando piezas lisas de algodón con tejidos rugosos y que presentan ligeros guateados o drapeados, así como uniendo patrones más entallados con otros 'oversized' muy cómodos. "Se trataba de dar vida a la obra de Gary", explicó McCartney durante su presentación. "Los bordados y apliques juegan con la escala y recrean los trazos".
También los complementos que acompañan a las prendas de esta colaboración siguen la línea bicolor y la sencillez en las formas. Las prendas se convierten en meros lienzos que acompañan las obras, todo un ejercicio estético que la moda ha sabido interpretar con maestría.
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