Fue granjera en un pueblo perdido de Kansas, pianista en un club de Shanghái, corredora de bolsa en Londres y estudiante de historia en París. Fue ecologista en las Islas Cook y pastelera en Buenos Aires. Fue cien cosas más y no fue ninguna. Le bastaba con abrir su armario y soñar, idear –a su manera- la hazaña de ese gran día que estaba a punto de comenzar.
Esa es la magia de Bellerose, su verdadero talento oculto, darnos la oportunidad de ser quién queramos ser. Cero normas, ninguna imposición. Adiós a esos outfits prefabricados y copiados hasta la saciedad. La firma belga lleva desde el 89 valiéndose de historias reales para dar forma a sus colecciones, caracterizadas por ese inexplicable “casual with touch” que la marca ha sabido imprimir a sus creaciones desde sus inicios.
Este invierno Bellerose se viste con vestidos babydoll y mocasines de tacón, con parkas militares y calcetines bajo la rodilla, faldas fifties y botines de charol, pata de gallo y flúor. En su nueva campaña la casa se inspira en todas esas mujeres, de un lado y otro del océano, que protagonizan sus propias historias, las de verdad, las que cuentan.
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