1912 no es un año cualquiera de un siglo cualquiera, es el año en el que el Titanic levaba anclas en su despedida de puerto y de la vida en un siglo cuya historia sentimos en la piel y en el halo lleno de matices que ha dejado tras de sí. Entre todos esos matices, como parte de la cara de su titánica cruz, Madeleine Vionnet inicia su caminar con nombre propio en el mundo de la moda tras beber en fuentes londinenses y parisinas.
Se encontró entonces de nuevo la cruz, en esta ocasión la del siglo, la I Guerra Mundial acalla su talento y cierra su joven maison. Pero una vez más, la cara… Los felices años veinte fueron para Madeleine fuente de vida, brillo y luz… y así durante 27 años cuando de nuevo la cruz de un siglo, la II Guerra Mundial, la obliga a cerrar por segunda vez su maison en un París tan resistente como en guerra.
Extraordinariamente creativa, visionaria, vestida en puro coraje, su espíritu y buen hacer no podían perderse por cosas de la historia. La esencia del pensamiento de Madeleine se condensa en una de sus sentencias: ‘cuando una mujer sonríe entonces sus ropas deben sonreír también’; nos liberó de los corsés e inspirándose en el arte griego, dibujó diseños confeccionados para vestir nuestros sueños y llevar nuestra personalidad con elegancia a nuestras ropas, para que éstas fueran reflejo de nuestro ser y fluyesen sobre nuestro cuerpo como parte de nuestra piel; y fue también creativa e innovadora en el trabajo de la tela, reconocidos son sus drapeados y su corte estrella, el corte al bies.
En 2008 Matteo Marzotto relanza la firma Vionnet y añade a la tradición y herencia francesa en cuanto a innovación y creatividad, la no menos tradicional calidad italiana en tejidos y manufactura; fruto de esta mezcla, llega a nosotros una colección de otoño, la primera bajo el diseño de Barbara y Lucía Croce, profundamente femenina, rendida a la creatividad elegante de Madeleine Vionnet.
Cortes trabajados buscando el dinamismo y voluptuosidad de los tejidos: pieles y cueros tan flexibles como el tafetán de seda o chaquetas de corte sastre que caen sobre el cuerpo como pañuelos de seda; la noche y el día se confunden en su elegancia y se tiñen de los colores naturales que trabajaba Madeleine Vionnet en los años 30: nogal, caoba, gris antracita, camel… con brillantes incursiones en colores vivos como el cobalto, verde, coral y lapislázuli.
De la mano del buen coser y mejor gusto italianos vuelve una de las damas de la moda: Vionnet.
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