Dice Kate Moss que cuando posa para una campaña se evade, reconoce así que, en cierto modo, la ropa la aleja de sí misma, la transforma... salvo cuando la viste Naked Cashmere y posa ante Peter Lindbergh.
Lindbergh conoce bien a la Moss pues ha sido objeto de su cámara en múltiples ocasiones, ella también lo conoce a él y eso la acomoda en su escenario de trabajo, un acomodo que se ve multiplicado cuando la ropa que viste abandona la sofisticación o la más elevada elegancia y gana en ella lo que el tejido tiene de caricia a nuestra piel.
Puro cashmere, cashmere al desnudo y casi al desnudo, al menos en alguna imagen, la propia Kate; una Moss que mira a cámara con encanto y cierta pereza que emana de la calidez de las prendas que viste.
Si algo nos queda claro, además de las ganas que tenemos de hacernos con alguna pieza de Naked Cashmere, es que Kate Moss es una modelo incombustible, un icono vivo de la moda y una belleza, tal vez, eterna.
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