Descendiente de Enrique I de Navarra, el francés Jean-Charles de Castelbajac no es un aristócrata más. Este marqués puede presumir de ser el único que se dedica al diseño de moda. Lo hace desde un taller que ocupa el que era un antiguo almacén de carne en el centro de París, a un paso de Saint-Honoré.
Sigue la estela de su madre, que vestía a la alta sociedad de Limoges a mediados del siglo pasado, pero él no entiende de clases sociales. Es capaz de crear para bolsillos abultados y, también, para la bohemia más alternativa y paupérrima. Lo suyo es arte, más allá de estatus, de ahí que uno nunca pueda saber qué va a ser lo próximo que saque se su chistera.
Lo último es una colección con aires tribales y llena de color que, paradójicamente, no va a acabar en la sabana africana, sino en las altas cumbres (y no solo del Kilimanjaro). Y es que se ha aliado con la firma gala Rossignol para crear una línea de prendas técnica de esquí que, más que para un descenso, parecen para toda un oda a la costura en la estación invernal.
Exclusivamente femeninos, la paleta de colores que ha elegido cubre todo el espectro, además del blanco y el negro. Y, sobre todo, abundan los fluorescentes, por lo que amarillos, fucsias, cobaltos... se funden en todo un arcoiris sobre nieve. La colección cápsula se compone de un traje completo en lycra (300 €), un conjunto con minifalda en acolchados horizontales azul marino (160 €) y un mono entallado que incluye incluso capucha (550 €); además de chaquetas ultraligeras con tecnología Thinsulate Platinium (950 €) y abrigos (900 €).
El resultado, un conjunto de piezas que no podrán pasar desapercibidas de ninguna manera en ninguna estación que se precie, de Suiza a Aspen, de Noruega a Turquía. Este invierno, el blanco pierde la partida.
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