Cuenta la leyenda que, a unas 15 millas al este de Edimburgo, una vez existió un palacio condenado eternamente a no tener un huésped que lo reinase. Tras incendios y numerosas reconstrucciones, la fortaleza parecía haber encontrado la estabilidad y la ciudad de Linlithgow contaba con una residencia palaciega digna de ver, con eternos jardines que vieron nacer a una de las princesas más veneradas y desdichadas en el territorio escocés. Pero el maleficio no acabó aquí…
La princesa se casó con un príncipe inglés y la corte real acabó abandonando el palacio que, una vez más, quedaría sumergido en la penumbra y en el eco de su soledad. Tras varios intentos y, una vez más, restauraciones, en el siglo XIX el Palacio de Linlithgow pasó a formar parte de la ruta turística de la Escocia histórica debido a su desdicha. Hasta que en pleno 2012 un intruso osó a husmear por sus ruinas…
Caprichoso, excéntrico y exigente. Sí, tres cualidades que no todo el mundo puede permitirse, excepto el señor Karl… Tras rumores e investigaciones, finalmente se acabó descubriendo que sería el cashmere escoces el que inspiraría el próximo paraíso donde tendría lugar el Métiers d’Art de Chanel: el Linlithgow Palace.
Cortes tweeds e imperiales para una colección con estampados tartán e inspiraciones del siglo XVII que lucieron modelos muy especiales, como Stella Tennant y su ahijado, el pequeño Hudson, que subió a la pasarela cogido de la mano de su padre, Brad Kroenig. Un auténtico homenaje a los grandes genios de la artesanía que han trabajado para la masion, como el sombrerero Michel o el zapatero Massaro.
Se dice que desde ese 4 de diciembre de 2012 Linlithgow cuenta con un nuevo rey…
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