Creo que en la vida pocas cosas hay que puedan debatir esta sentencia, ya sea persona o marca. En el momento en el que una firma traslada sus años de experiencia y los kilómetros recorridos de profesionalidad al mundo de los sentimientos otras son las reglas que entran a formar parte del juego. Las barreras de las exigencias parecen alzarse y, al mismo tiempo, el espíritu crítico de las sensaciones y la materialización de éstas se impone ante propuestas que van mucho más allá de tactos.
Sí, todo un reto al que algunos valientes se enfrentan desde hace más de 50 años y sobreviviendo de manera impecable a las circunstancias y a las edades. Cacharel es la eterna empresa enamorada del romanticismo y, por lo tanto, encargada de convertir sus prendas en estandartes, algo que lleva haciendo desde 1958.
Para este invierno, su pieza más famosa, la blusa ‘Le Cacharel’, se reinventa en su estilo masculino con estampados florales o azules oscuros. Faldas y vestidos con sutiles tableados en gris marengo acompañan, a veces hasta el mismo pecho, a camisas donde se mezclan los colores de la estación. Al negro se recurre para pequeñas pinceladas neutras en vestidos que así lo precisan debido a la concentración de estampados o para obtener total looks más sobrios y femeninos.
Todo ello para una mujer arrebatadoramente femenina, elegante, actual y, por supuesto, sin miedo alguno al romanticismo.
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