Lady Lock llega al londinense Savoy donde una cámara indiscreta la espera, camina como inconsciente del detalle y al tiempo hilando en su cabeza cada paso porque ella es misteriosa y audaz, inteligente, avezada y pícara, por algo su bolso luce cerrado a cal y canto, y candado...
No despista su camino ni ante el encanto del histórico hotel hacia cuyo ascensor vintage avanza, él la sigue, la pierde, la persigue... cuando se cierran las puertas del ascensor dejándolo al otro lado, sabe que ella se eleva más allá de sus tacones y lanza su carrera hacia las escaleras.
Pero en el ascensor ella acomete una metamorfosis perfecta que la convierte en otra siendo la misma, su otro yo y su otra intención salen del ascensor envuelta en piel de leopardo y con la cabeza tocada, ahora es Lady Shopper.
Él es el desconcierto, el no saber y no entender... cabe que a los pocos minutos cayera en la cuenta del engaño pero sus Ladys se alejan del hotel en el que Gucci tuvo una idea y, tras ella, un proyecto que fue una vida que se celebra hoy en sus icónicos bolsos Bamboo.
Claro que la historia continúa... en Gucci.
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