Nos encantan las campañas que llevan el otoño a la playa porque, si bien en verano el influjo que ejerce el mar sobre nosotros es infinito, éste no desaparece en el tiempo frío; el encanto del mar, su belleza y su inmensidad, sus matices azules, turquesa y augamarina, el vaivén de las olas, su sonido unas veces tan relajante y otras puro estruendo nos seduce irremediablemente.
Pasear la playa, en verano o en invierno, sintiendo el aire y la humedad del mar en la piel, escuchando su vez y viendo como sus olas dibujan encajes en la orilla, es un placer envolvente e irrenunciable, un lujo que Armani viste con soberbia elegancia, manufactura perfecta y el punto de innovación y tendencia que marca siempre la firma italiana.
La paleta de color es la propia del tiempo frío y de la elegancia: mucho negro y mucho gris que evoca polos y hielo y que se combinan con algún blanco porque Armani viaja directo al invierno y guarda para otra ocasión los tonos tostados propios del fin del verano y un otoño que viste sus atardeceres en oro.
Los cortes del invierno son casi de etiqueta y muy de traje, vestidos cortos, pantoles anchos, chaquetas sastre, detalles en el cuello zapatos de tacón fino y elevado con el bolso a juego y tocadas con un bombín.
Ese es sin duda el detalle descarado y sorprendente de la colección y su campaña, un bombín indiscreto que recuerda a Chaplin y que ejerce su doble función en cuanto a utilidad y belleza: útil porque un sombrero, en el tiempo frío y de lluvia que si bien no moja destroza el peinado más trabajado, nos proteje del frío, el aire y la lluvia; y belleza porque un outfit elegante y bien vestido gana enteros en sofisticación si se toca con un sombrero, más si es de Armani y mucho más si es un bombín.
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