Dicen que fueron los persas, en tiempos de Darío I el Grande, los primeros en practicar el polo. Y aunque las reglas del juego originales distaban bastante de las actuales —no sólo era una manera lúdica de mantener en forma a caballos y guerreros demostrando estos su casta a la hora de enfrentarse al enemigo, además la participación de un número ilimitado de jugadores convertía el terreno en una auténtica batalla campal—, pronto ese nuevo deporte comenzó a extenderse hacia China, la India, el Tibet y Constantinopla siendo adoptado como noble pasatiempo por califas y emperadores. De ahí que durante siglos el polo se ha considerado un “juego de reyes”.
Hoy, pese a que los juegos de tronos son territorio exclusivo del cine, la historia y la literatura, el polo mantiene su grandeza, pero lejos de la exclusividad de antaño quiere acercarnos la nobleza, la elegancia, la cultura del caballo, haciéndonos partícipes de toda la emoción, la pasión y la fiesta que rodea a un deporte tan antiguo como bello.
Si al glamour de los polistas y la belleza del caballo se une la poesía de los atardeceres gaditanos; si el silbido de la bocha se funde con la música de las olas quebradas entre la pálida arena de una playa infinita; si, rompiendo con los convencionalismos, se cambia el césped por la costa y se logra convertir un deporte milenario en una experiencia cercana… Entonces, aparece Sunset Beach Polo, un proyecto que nace en 2012 con un ambicioso objetivo: acercar el polo al gran público, a todos los públicos. Y que este próximo sábado 6 de septiembre celebra su II Torneo en un entorno espectacular: la playa de El Palmar (Cádiz).
Sobre las 17:30, esta idílica playa se convierte en una cancha de lujo donde a lo largo de la tarde cuatro equipos disputarán cuatro partidos — dos semifinales, una final y un partido donde se decida el tercer y cuarto puesto— cerrando el torneo, en primera línea de playa, la entrega de premios a los polistas del equipo ganador. Música en directo, actuaciones, monólogos, deportes acuáticos y sorpresas pondrán el broche final a este magnífico evento con el polo como estrella.
Por si esto fuera poco, sabed que a pocos metros de la playa existe un lugar especial; un pequeño paraíso decorado en blanco y turquesa donde todo es posible, desde una cerveza helada o un cóctel hasta un tentempié o una deliciosa cena; sabores sorprendentes, música excelente, trato exquisito, un jardín encantador… Y todo ello envuelto en un halo de magia que tan solo escuchando (o leyendo) su nombre ya se puede intuir, el M1111. Una letra y cuatro números, dos en realidad —eme once once, se dice— cuyo simbolismo nos lleva a universos insospechados.
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