Libros

Siete escritores para leer con un cóctel en la mano

Un cóctel de escritores (y sus bebidas favoritas) para un largo y cálido verano.

Mezclaron musas y alcohol. Lo hicieron en garitos inmundos y en cafés elitistas. En la soledad de sus cuartuchos de artistas o en compañía de sirenas con piernas y papeles amontonados. A algunos, como Hemingway, Carver o Tennesse Williams, las copas de letras se les fueron de las manos. Otros, abstemios empedernidos, se limitaron a embriagar sus páginas de dipsómanos y adicciones varias más ficticias que reales. Aunque es cierto que la sobriedad no parece ser la característica más relevante de este venerable oficio, no pretendo fabricar una lista (más) de escritores adictos al cóctel —de hecho no todos lo fueron, ni lo son—, sino de retomar viejas lecturas. De aprovechar las eternas tardes estivales para (re)leer a grandes maestros de la narrativa contemporánea. De descubrir las tabernas donde sus personajes se emborrachaban hasta el delirio, los licores que atiborraron su imaginación, los espectros de sus propias vidas.

Porque de eso se trata, de leer. Y hacerlo como es debido. Sentados frente a la ventana, música de fondo y una buena copa cerca. No necesariamente de alcohol. Pues por mucho que Bukowski se empeñara en afirmar que la cosa más sensata que una persona puede hacer es estar sentada con una copa en la mano, parece más razonable hacerlo con un libro. O no… Eso sí, un buen cóctel de escritores siempre apetece.

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Dos libros, El viaje a Echo Spring (El ático de los libros) —en el que Olivia Laing sigue el rastro de seis escritores marcados por la bebida— y Mezclados y agitados (deBolsillo) de Antonio Jiménez Morato me han servido de coctelera. Gracias a ambos.

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