Lo bello y lo triste.
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Kawabata

Descubrí a Yasunari Kawabata en “Lo Bello y lo triste“, en la segunda o tercera edición de emecé editores...

Descubrí a Yasunari Kawabata en "Lo Bello y lo triste", en la segunda o tercera edición de emecé editores, allá por el 2003 o 2004. Suelo fechar mis libros a lápiz para estas cosas, pero éste está entre los atemporalmente donados al común de alguna librería personal. Después, a medida que han ido cayendo en mis manos, he saboreado también cada palabra, emoción, frase, pasión, detalle, de las traducciones de "País de nieve", "Mil grullas", "Primera nieve en el Monte Fuji" o "La bailarina de Izu".

Y con la inercia pasional, me entregué a una desmedida gula literario-japonesa, buscando repetir experiencia con Kenzaburo Oé, con Yukio Mishima e incluso con los reconocidos de Haruki Murakami, pero en ninguno encontré aquellos instantes emocionales de equilibrio y armonía vividos con el primero. Aún así, también le dediqué tiempo y empeño a los 54 capítulos completos de "Esplendor" y "Catástrofe" que componen el "Genji Monogatari" atribuido a Murasaki Shikibu, en la inestimable traducción y notas de Xavier Roca-Ferrer, que en suerte promocionaban un sábado a la entrada de "pantha rei", librería de alguno de mis vicios importantes.

Sin embargo, y gracias, no se dan a repeticiones ni el espacio ni el tiempo y por supuesto no se repitieron ni los detalles ni aquella distancia en que llegó por donde debía el debido texto. Y no han de darse además, porque aquél era aquél y los que después vinieron lo han sido en otras sus magnitudes y medidas y en su propia concepción de la belleza, o de la perfección, o de las emociones. Kawabata me/nos dejó ese "después" ya inalterable tras el que toda lectura se debe a otras alturas, descripciones y matices.

Dice Alicia, "tanto le debemos lo bello y lo triste". Y así lo sentimos.

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