Lejanos le deben parecer a Ricardo Darín los tiempos de los Galancitos, aquel grupo de teatro del que formaba parte en la Argentina de los 80 y que cosechó un enorme éxito en su país adaptando a los escenarios obras que habían triunfado en televisión. Es posible que le parezcan tan en la distancia como la amistad que su personaje mantiene en Truman con el que interpreta su compañero Javier Cámara. Entre medias, Darín ha sabido crecer como actor, de las telenovelas del comienzo a estas alturas interpretativas que rinden Goyas bien ganados en su trabajo.
De familia de artistas, a Ricardo Darín se le contemplan dos etapas que coinciden a la perfección con el cambio de siglo y de milenio, que le sentó estupendamente al argentino. Hasta el año 2000, Darín era ante todo una animal televisivo, habitual también de los escenarios argentinos, y con incursiones no demasiado exitosas en la gran pantalla. Entonces llegó Nueve Reinas, la película dirigida por Fabián Bielinsky estrenada en ese año que supuso el descubrimiento de Darín como un gran actor y le abrió las puertas del cine argentino e internacional por su repercusión y los múltiples premios de la película. Un auténtico efecto 2000 que Riacrdo Darín ha sabido aprovechar para situarse como uno de los actores argentinos más en forma, continuando la tradición de grandes nombres surgidos de aquel lado del Atlántico.
El hijo de la novia, Kamchatka, Luna de Avellaneda, su primera aparición en el cine español, su otra casa, La educación de las Hadas, dirigida por José Luis Cuerda... Y por supuesto, dos grandes éxitos a nivel internacional como las excelentes El Secreto de sus ojos y Relatos Salvajes, por las que ya había estado nominado al Goya. A la cuarta ha ido la vencida para Ricardo Darín. Y no será la última, seguro.
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