Hablaba con unos amigos el otro día sobre los hijos. Sobre esa época en la que, siendo un poco malvados (no demasiado, me daréis la razón), te alegras porque tus hijos empiezan a volar solos y tú sientes de nuevo un poco del aire en el rostro que significa la libertad de retomar viejos hábitos con tu pareja que creías habían acabado en el olvido. No es que los hayas dejado de querer, no es que no tengas cierta morriña de que crezcan tan rápido, es que te llama otra pareja para cenar el fin de semana y no tienes que emular la estrategia de la OTAN, incluyendo despliegues rápidos de suegras o niñeras, para poder decirles que sí.
Un plan perfecto va por el camino recorrido hasta que se llega a esa situación. La historia de una pandilla de amigos que ven como cambian sus vidas con el aumento de la población mundial de la que son responsables con sus retoños. Hay pocas cosas que cambien más la vida que otra vida de la que eres responsable, y bien lo vemos en el film. Humor sobre algo tan cotidiano y familiar como, precisamente, la familia. Y los amigos, por ejemplo esos que se quedan como únicos y últimos solteros, y a los que queremos colocar lo más pronto posible una pareja y unos hijos, a ser posibles gemelos de una tacada, para que no constituyan un recordatorio permanente de lo que hemos dejado atrás.
Con diálogos más incisivos y de mayor carga de profundidad de lo que en principio pudiera esperarse, dirige Jennifer Westfeldt y protagonizan Megan Fox, Kristen Wiig, Jon Hamm, Maya Rudolph, Chris O'Dowd, Adam Scott, Edward Burns, Jennifer Westfeldt y Samantha Bee. Una comedia para que vayas pensando con quién dejas a los niños para acercarte al cine a verla. O quizás ya eres libre...
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