"Cuando seas padre comerás huevos", solían decirnos, para darnos a entender que el uso del mando a distancia de la tele era una prerrogativa que tenía que ver con el nacimiento de hijos propios. El mando de la tele, o cambiar de canal, que uno ya tiene unos años, menos para bien o para mal que los mandos a distancia. Claro que con dos canales, poco había que cambiar. El caso es que los huevos se nos tenían vedados, aunque nunca adivinásemos del todo que tipo de huevos eran esos, porque bien que nuestra madre nos los hacía con puntillita y todo.
Madre e hijo, la película de Calin Peter Netzer, va de relaciones familiares, pero las trata de manera bastante más dramática que la que yo he utilizado en el párrafo anterior. El hijo del título es Barbu, un hombre de 32 años totalmente dominado por la figura maternal de Cornelia, matriarca de una familia de la clase alta rumana. Barbu atropella a un adolescente, circulando a mayor velocidad de la permitida, y este muere. Cornelia no puede permitir que su hijo pague por lo ocurrido, o puede que en cierta parte, ella considere que es ella la que paga, porque su hijo no es más que su extensión natural, o debería serlo.
Película que combina el drama familiar de sentimientos con la denuncia social sobre el poder de los nuevos ricos y la corrupción en Rumanía, Madre e hijo ganó el Oso de oro a la mejor película en el pasado Festival de Berlín.
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