Porque no había cine, porque si no, en la Grecia Clásica se habrían podido hacer perfectamente películas sobre jóvenes problemáticos y su relación con la sociedad. Y es que ya lo decía Sócrates:
La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros.
Como ves, el Sócrates la clavó. Aunque debe ser una cosa que vamos olvidando según crecemos, aquello de vivir de tus padres hasta que vivas de tus hijos, pero en versión quejarse. Quejarse de unos hasta que comiences a quejarte de los otros.
Claro que Las vidas de Grace, la película que recomiendo, no va sobre una juventud normal. Grace trabaja en un Centro de Acogida Temporal, el Short Term 12, donde recalan adolescentes con problemas. Y de la interrelación de la vida de Grace con esos problemas, de la resolución u olvido (que todo hay) de los suyos propios, y de los creados por trabajar en ese ambiente, es de lo que va esta película. Grace debe tratar de ayudar a los demás, y a la vez tiene que vivir, cómo si fuera posible desligar una cosa de la otra. Como si fuera posible llegar a lo que llamamos ser adulto sin haber sido joven, o como si una cosa fuera distinta de la otra. En la evolución, nunca dejamos de ser lo que somos en el momento en que vivimos.
Lo que hace diferente a Las vidas de Grace es el tratamiento, es la manera de mirar esas vidas y esos problemas. La sensibilidad con la que lo hace. No cae en sentimentalismos fáciles, pero llega a esos sitios donde ya casi nada nos moja. Lo consigue el excelente trabajo de dirección de Destin Cretton y, sobre todo, las interpretaciones de Brie Larson y John Gallagher Jr. Y lo disfrutamos nosotros.
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