Las películas de David Bowie.

No habrá más regresos. David Bowie se va de nuevo cuando acababa de regresar a nuestros oídos con su último disco, Blackstar. Pero esta vez es para siempre, colocada esa segunda fecha en las enciclopedias, la que nos indica por ausencia que una serie se sigue emitiendo, que un evento deportivo se sigue sucediendo, que un personaje público sigue vivo. 1947-2016. 69 años para David Robert Jones, el tipo que iba y venía, Ziggy Stardust, Bowie, el Duque Blanco, Starman, Halloween Jack. Hacen falta al menos tres críticos musicales para comenzar a entender los entresijos musicales de Bowie, escondidos mil secretos en cada una de sus canciones, de donde cualquier entendido puede sacar fácilmente la explicación de porqué el universo gira a la izquierda en aquella semiesquina.

Bowie jugaba. Con su música, con nosotros, con su imagen. Seguramente sería un tipo bastante más normal de lo que imaginábamos todos, feliz por escandalizar, por discutir, por engañar, alterar, transformar la percepción que se tenía de él, del mundo y de su música. Bowie se iba y venía como los grandes, alterando todo cuando declaraba que todo era despedida, y alborotando ese mismo todo al volver. El mejor homenaje que se le puede hacer es no irse nunca de su lado y volver a escuchar su canción donde quiera que se escuchen ahora las canciones.

Y Bowie era también uno de esos extraños casos en los que se esconde un estimable actor tras el cantante. Nada raro, teniendo en cuenta que Bowie estaba actuando siempre, incluso en sus discos y hasta en sus entrevistas. Son los años 80 su hábitat natural en las películas, pero su presencia en ellas se alarga desde finales de los 70 hasta su última aparición en School Rock Band, una producción adolescente al estilo High School Musical en la que se interpretaba a sí mismo, en el año 2009. Ahora que sabemos que nunca volverá, sabemos también que ya no se irá nunca, y podemos, una vez más, alcanzarle y jugar con él, dentro de sus laberintos, también en sus películas.

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