No se trata de sentirse mayor. Se trata de que cuando vas acumulando renovaciones del Denei, te vas dando cuentas de las fotos que has ido poniendo, desde aquella inicial de pipiolo recién salido de un botellón en el Parque Norte hasta esa pretendidamente seria y cultureta que llevas ahora, pasando por la época que sin ningún problema podías haber ido detenido por perteneciente a banda armada. Eso por no hablar, claro del apartado de las profesiones, con aquel primer "estudiante" que equivalía a soñador, que es lo que realmente, a la edad a la que nos hacemos el carnet, debíamos poner todos.
Por ejemplo, Juanito (Javier Cámara), el protagonista de La vida inesperada, que puso "actor", y se piró a Nueva York a triunfar, aunque ahora ande malviviendo por las calles tan cinematográficas de la ciudad de los rascacielos, todo con tal de no volver a España para poner "tendero", que es lo que tendría de haberse quedado aquí. A recordarle todo esto de lo que hablamos, y también a visitarle, llega su primo Jorge (Raul Arévalo), que además parece tener todos los visos de un auténtico triunfador. Y así, entre las calles de Nueva York y los sueños y frustraciones de nuestros dos amigos, se va desarrollando la película y, por supuesto, la vida, esa vida inesperada.
Dirigida por Jorge Torregrossa y con guión de Elvira Lindo, la vida inesperada es una comedia de sabores dulces y amargos, donde no todo es color de rosa, pero tampoco lo contrario. Todo en la justa medida para que al salir del cine llevemos una sonrisa en la boca, y pensemos en la próxima foto que nos vamos a hacer para el carnet de identidad.
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