Es ya Polanski un tipo baqueteado, tanto en la vida como en el cine, tanto para bien como para mal. Uno de esos que ya vuelve de todo, y se le nota, con cinco décadas de cine y 8 de vida a sus espaldas. Uno de esos que, lamentablemente, deja ya parte de su herencia visual y emotiva en cada trabajo que realiza. Y escribo lamentablemente no porque lamente que lo haga, sino por lo que significa de adiós de un creador.
Ese ir y venir se nota especialmente en La Venus de las pieles, una película que gira en torno a tan sólo dos personajes, un director de teatro, Thomas (Mathieu Amalric), y Vana (Emmanuelle Seigner), una aspirante a interpretar el papel principal de la obra, que es, precisamente, una adaptación de La Venus de las pieles, la novela de Leopold von Sacher-Masoch de la que se deriva el nombre de masoquismo. Lo que un principio detesta Thomas de Vana en forma de ignorancia y vulgaridad, se transforma al verla actuar en brillo y perfección. Un juego entre dos personajes y sus deseos, oscuridades y pasiones que Polanski lleva con mano firme, mostrando a veces e insinuando otras.
Recomendable para iniciar veladas que inicien juegos...
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