En 1954, los estudios japoneses Tōhō crearon uno de los iconos más importantes del país del sol naciente, sino el que más de la segunda mitad del siglo XX: Godzilla.
Godzilla es un un kaiju, una criatura extraña, un monstruo, para abreviar. Hasta 25 películas ha protagonizado por aquellas tierras, ocupando el primer lugar en todas esos extraños universos que los japoneses tienen en la fantasía de ficción, y que poco a poco van invadiendo el vocabulario de jóvenes y no tan jóvenes por aquí.
Después de un intento más bien fallido de adaptación a cargo de Roland Emmerich en 1998, aparece ahora otro intento de universalizar el mito a cargo del cine estadounidense, dirigido en esta ocasión por Gareth Edwards y protagonizado (además de por un bicho enorme) por el televisivo Bryan Cranston, al que se suman Aaron Johnson, Ken Watanabe, Elizabeth Olsen, Juliette Binoche y David Strathairn. ¿La historia? Pues va de monstruos que se enfrentan a otros monstruos. Y de la arrogancia de la humanidad que cree que puede dominar a la naturaleza. No en vano, una de las explicaciones del éxito de Godzilla es materializar el miedo del pueblo nipón a las consecuencias del uso de la energía nuclear.
Cine de evasión y efectos especiales, al fin y al cabo, a no ser que uno se empiece a introducir en los conceptos de la cultura nipona referentes a los kaiju y demás fauna, con lo que a a lo mejor es el comienzo de una buena amistad... monstruosa.
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