Existe un viejo aroma a Europa. Una Europa que una vez se soñó, distinta a la que ahora parece solo interesada en mercados y dineros. Existe una Europa literaria, cinematográfica, musical, creativa. Existen Lubitsch, Lang, Wilder, Resnais. Existe una idea de este continente que nos podría definir como algo más que franceses, españoles, alemanes o belgas. Existe una Europa de El Gran Hotel Budapest.
Ante tanta Europa, es curioso que sea Wes Anderson, un tejano, quien nos entregue esta delicatessen de comedia de enredos y locuras que es El Gran Hotel Budapest, aunque no lo es tanto si atendemos a que los cimientos de la gran comedia de Hollywood los pusieron nombres como Chaplin, Grant, Chevalier, Lubitsch o Wilder, todos ellos de este lado del Atlántico. De todos ellos bebe este Gran Hotel, una película cuyo argumento gira en torno a los líos, desatinos, persecuciones, amores y locuras que se van enredando en la trama, donde destaca la aparición de una veintena de grandes actores que dan a este hotel un toque especial.
Si un hotel así nos abre sus puertas, no sería de recibo que nosotros no las cruzáramos ¿no creéis?
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