Porque seguro que las has visto, aunque sea de reojo y en la siesta, alguna tarde de sábado después de la paella de la suegra, o una madrugada de esas de zapping, entre teletiendas de cuchillos mágicos y tarots menos mágicos aún. Escenas, actores y paisajes que todos tenemos en la cabeza y que merecen -y nos merecemos- sentarse con toda la tranquilidad del mundo a verlas de nuevo para volver a disfrutar de su indudable encanto. Cabalguemos hacia el horizonte.
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