Hace exactamente 20 años un tipo llamado Luc Besson estrenó El quinto elemento, una película de ciencia ficción de gran presupuesto cuya principal característica, lamentablemente, es que era europea. Y lo de lamentablemente no viene porque lo fuera, sino porque no lo fueran más. El quinto elemento era una simple gota en el océano de la ciencia ficción de Hollywood, de la misma manera que Valerian y la ciudad de los mil planetas es tan sólo una palmada en medio del estruendoso panorama de Marvel, Dc, Star Trek o Star Wars.
Valerian y la ciudad de los mil planetas es, para bien o para mal, diferente. Digna hija de la imaginación de Besson, alguien empeñado en demostrarnos que se puede hacer cine de palomitas con un estilo diferente, que se puede -y se debe- calificar de europeo, sin que eso signifique merma de calidad o entretenimiento. De la misma manera que aquel quinto elemento, Valerian desborda sobre todo visual y conceptualmente, de tal manera que su mayor acierto, esa imaginación con ganas de abarcarlo todo, es su principal y refranero defecto, pues aprieta poco. Aún así, es todo un espectáculo. ¿He dicho que es europea?
No son veinte años los que separan La seducción de Sofia Coppola del original de Don Siegel y Clint Eastwood, sino casi cincuenta. Aun así, es más que probable que la primera reprimenda que se le venga a uno a la cabeza comparando a ambas películas sea que Colin Farrell no es Clint Eastwood. Salvada esa diferencia, a la que para ser justos no habría que darle más importancia, sobre todo porque habrá gente que no tendrá constancia de la existencia de aquella película del 71, La seducción se debe disfrutar como una película de sensibilidad acerca del deseo y sus maneras de ser y estar, filtrado por la mirada suave y tranquila que suele poner Sofia Coppola en sus trabajos. Y mejor que fijarse en Colin es hacerlo en la mayoritaria parte femenina del plantel.
Siguiendo con aquello de los años, Cézanne y yo está separada en más de 100 de los protagonistas de la historia, que no son otro que el pintor Paul Cézanne y el escritor Émile Zola, amigos desde la infancia y genios indiscutibles cada uno en su parcela creativa. Como casi todas las películas biográficas que pretenden reflejar genialidades tan impresionantes como la de la pareja francesa, se queda por debajo de las expectativas que pueda provocar en los admiradores y conocedores tanto de Zola como de Cézanne, pero no por ello deja de ser una interesante aproximación a sus personalidades y trayectorias.
Del espacio de Besson a la genialidad de Cézanne... ¿Hace un cine?