Como el honor entre ladrones, eso de la apelación a la coherencia entre los aficionados al cómic de superhéroes es un mito que sólo se creen respectivamente, los ladrones y esos aficionados. Como de lo que se trata es de cine, dejemos a los ladrones y centrémonos en el primer estreno de esta semana, el regreso del trepamuros en Spider-Man: Homecoming.
Y es que las alabanzas a la integración del Hombre Araña en el Universo Cinemático Marvel junto con Vengadores, Capitanes Américas, Doctores Extraños, Guardianes galácticos y demás fauna como una muestra de coherencia chocará a todos aquellos que no crean que el Universo Marvel es una de las cimas creativas del siglo XX, o sea, a todos los que nos les guste el cine de superhéroes. Lo que sí es verdad es que incluso esos no demasiado versados en cronologías, alineamientos, curvas argumentales y demás parafernalias, pueden sentirse atraídos por el indudable atractivo -nada más ni nada menos que 7 décadas en el candelero- del personaje de Spider-Man. ¿El argumento? Ah, sí, perdona. Sale Iron Man.
De las torres de cemento y cristal de Nueva York a las playas de una pequeña isla de la Polinesia, de los efectos especiales que representan poderes especiales a actores no profesionales interpretando una simple historia de amor, de Spider-Man: Homecoming a Tanna, una pequeña película australiana, presente entre los nominados a los oscars del año pasado, que nos cuenta una historia de amor prohibido en una sociedad tan extraña y lejano como la de la república de Vanuatu, que levante la mano quien la conozca. Interesante aunque sólo fuera por su aspecto etnográfico. Pero es que además, está bien contada...
Mucho más cercano y cotidiano, aunque poco retratado por el cine, es el argumento de 50 primaveras, que no trata de superpoderes o de islas de la Polinesia, si no de una mujer europea y su vivir entrando en la menopausia y en la cincuentena, eso de lo que nunca se habla pero siempre pasa, por mucho que quieras, quieran o queramos ocultarlo. Comedia de lo cotidiano para afrontar con una sonrisa los cambios que van dejando en todos lo del medio siglo. Y que nos quedemos como estamos.
¿Hace un cine?