Hubo un tiempo en que los musicales reinaban en la pantalla. Fue la época dorada alrededor de los 50. Los años de Un día en Nueva York (1949), Cantando bajo la lluvia (1953), Melodías de Broadway (1953), Una cara con ángel (1957), Un americano en París (1951), West Side Story (1961), Siete novias para siete hermanos (1954) o El Rey y yo (1956). Una lista que podríamos alargar casi hasta el infinito y de la que recordamos innumerables canciones y números de baile. Ya nada volvió a ser igual en los años que siguieron, a pesar de que los cines se salpicaron de vez en cuando con excepcionales musicales, como Cabaret (1972), All That Jazz (1979), Grease (1978) o Fama (1978), pero sin llegar nunca a la presencia de aquellos años de Gene Kelly, Cyd Charisse, Fred Astaire, Judy Garland, Rita Hayworth. Ginger Rogers... Eso sí, nos quedaban los seudomusicales que suponen los clásicos Disney (uno de los cuales -El Rey León- recorrió el camino inverso al habitual, convirtiéndose en musical de teatro), y las adaptaciones de Broadway, como Chicago (2002) o Los Miserables (2012).
Así que es una buena noticia el estreno de Amanece en Edimburgo, un musical británico ambientado en la mágica capital escocesa que nos lleva la mirada sobre una familia y las relaciones amorosas de sus componentes, con la vuelta de la Guerra de Afganistán de alguno de sus personajes como fondo. Un musical con regusto clásico de comedia romántica y canciones adaptadas de los gemelos que intregan The Proclaimers. aquellos de I'm Gonna Be (500 Miles), de otra de cuyas canciones -Sunshine on Leith- toma el título original. No sale Kelly, ni Astaire, pero se deja ver y oír, las canciones se pegan y Edimburgo aparece preciosa. Dirige Dexter Fletcher y protagonizan, entre otros, Peter Mullan, Antonia Thomas, Jason Flemyng, Freya Mavor y Jane Horrocks.
Al cine, que no todos los musicales están en la Gran Vía...
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