Todo parecía un poco mentira, un poco de película, como todo estuviera planeado, dirigido, de la manera que suelen ocurrir esas cosas grandes, gigantescas, que con los años nos hacen recordar exactamente dónde estábamos cuando ocurrieron. Era noviembre del 89 y el Muro caia. Se desmoronaba algo que siempre había estado allí para la mayoría de nosotros. Europa terminaba en la frontera con Alemania del Este, y luego estaba Berlín, que parecía una isla y que tenía un muro que en lo físico se delimitaba en aquella ciudad, pero que en lo mental cruzaba el continente de norte a sur y nos dejaba a este lado, dejando al otro a algo forjado en nuestra mente en base a películas norteamericanas que hablaban de un mundo gris y en blanco y negro donde los nazis parecían haberse vuelto comunistas y donde la gente normal lo único que quería era escapar.
Y entonces cayó el muro, y visto desde la distancia de los años parece que todo pasó el mismo día, y los soviéticos ahora son rusos, y ucranianos, y letones, y… vaya usted a saber. Y solo hay una Alemania, y Yugoslavia dejó de ganarnos al baloncesto por la sencilla razón de que dejó de tener equipo, y país, y una sola nacionalidad. Y Checoslovaquia se hizo más corta a tijera, y los malos de las películas de James Bond se dividieron entre Coreanos del Norte, musulmanes y generales rusos que se rebelaban contra la democracia y querían volver a construir ese muro que había caído en noviembre del 89. Y Eurovisión se llenaba de países de nombres raros, aunque sin cambiar por ello que Uribarri nos explicase la razón de que no nos votaran. Y todo ello lo marcamos en rojo a partir de que aquel muro cayese.
Quizás lo mejor sea volver al cine. Recordar el Muro de Berlín y su mundo a través de lo que nos contaron las pantallas. De lo que nos quisieron contar. Ver Berlín a través de la mirada genial de WIlder en 1, 2, 3, con ese cerebro de cuchilla de afeitar. O volar sobre la ciudad dividida con los ángeles de Wenders, o atisbar la vida de los otros a través de los ojos y los micrófonos del capitán de la Stasi Gerd Wiesler. A lo mejor el mejor homenaje que podemos hacer a nuestro recuerdo es visitar el muro con unas cuantas películas que nos hablaron y que nos hicieron hablar de aquello que se derrumbó hace ya la friolera de 25 años, cuando éramos tan jóvenes...
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