El Retrato de Felipe III preside la antesala de la galería central, junto a Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando de Tiziano –también expuesta por primera vez tras su restauración—, el espacio más emblemático de la pinacoteca madrileña, corazón de la colección permanente. Se unen a la corte las pinturas de Felipe III de Pedro Vidal, Felipe IV con armadura y El infante don Carlos, ambas del maestro sevillano.
Se trata de una pintura inédita cuyos rasgos estilísticos permiten relacionarla sin ningún género de dudad con la también obra del pintor sevillano La expulsión de los moriscos. Una de las piezas capitales de los comienzos de su etapa como pintor de la corte. Este último, desapareció en el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, pero existen descripciones que demuestran que su protagonista, Felipe III, se encontraba de pie junto a una alegoría de España, apuntando hacia los moriscos mientras eran expulsados.
Claves de su identificación.
La atribución de esta obra a Velázquez descansa sobre tres pilares: el análisis estilístico, sus características técnicas y su relación con La expulsión de los moriscos.
El uso de la sombras, la organización expresiva del rostro, los tonos empleados para modelar los labios y el hundimiento del mentón han sido algunos de los elementos estéticos decisivos a la hora de determinar la autoría de la obra, alejada del estilo de los retratistas de la época. No hay más que comparar el estilo de la obra de Velázquez con el retrato del mismo rey realizado por Pedro Antonio Vidal.
Igualmente, el de Felipe III presenta características afines a las de los retratos realizados por Velázquez entre 1627 y 1629. Especialmente la técnica empleada para encajar los perfiles, los tonos rojizos y el tipo de lienzo similares a los empleados en el retrato de El infante don Carlos.
Ahora bien, el factor fundamental se halla en otra obra de Velázquez, pintada en 1627: La expulsión de los moriscos. En ella, el gesto de Felipe III se dibuja prácticamente igual a la del retrato. A esta conclusión llegó W.B. Jordan tras un estudio exhaustivo de ambos lienzos. Velázquez no llegó a conocer a Felipe III, muerto en 1621. Para hacerse una idea de su rostro, el maestro acudió a retratos ajenos. Este retrato sería el resultado del ensayo que permitió al pintor fijar una imagen del monarca en la narración pictórica posterior. También justifica su carácter abocetado que lo define más como instrumento de trabajo que como pintura finalizada.
La restauración de la obra de Tiziano Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando.
1571 fue un año de gloria en la vida de Felipe II: la victoria de Lepanto en octubre, y el nacimiento de su heredero, dos meses después. Con motivo de estos dos acontecimientos, Tiziano pintó este extraordinario lienzo que el rey consideró como el más representativo de su reinado. Desde entonces colgó siempre al lado de la de su padre Carlos V en la batalla de Mühlberg.
La reciente restauración, realizada por Elisa Mora, no sólo recupera las calidades del trabajo de Tiziano; también evidencia la intervención de Carducho en la década de 1620, sobre todo en el aspecto arquitectónico.
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