Paseando entre los cuadros de Manuel de Gracia en la Galería Ansorena, cosa que podrás hacer hasta el próximo 19 de enero, resulta imposible no sentirse transportado a una pinacoteca de finales del SXIX en el mismísimo París, una en la que rendir los sentidos a una Impresión, la del sol naciente y de Monet, por ejemplo, porque resulta imposible también no pensar en Impresionismo.
Los lienzos impresionistas muestran una ilusión de realidad que tiende a desvanecerse al acercarte a ellos y descubrir cada pequeña pincelada de color, en ese descubrimiento te deleitas y vuelves hacia atrás sobre tus pasos para ver como se componen de nuevo tales pinceladas en una ilusión hecha realidad.
Así, entre ilusión y realidad, pincelada a pincelada, Manuel de Gracia recorre en cierto modo los sitios de su vida y nos muestra paisajes que quedaron grabados en su recuerdo tras visitar París, Amsterdam, el Sáhara… y más cercanos, casi costumbristas, como el rosal de su ventana; y los muestra en el mismo Madrid al que llegó desde su Toledo natal con tan solo 19 años, 300 pesetas y su pasión por pintar.
Trabajaba en Mora con su padre y también en Madrid al tiempo que asistía a clases en el Círculo de Bellas Artes, en 1961 viajó a París y a su regreso, al tiempo que hacía cartelones de cine, pintaba como había querido hacer siempre, llegaron sus primeras exposiciones y tras ellas su viaje al Sáhara y más tarde de nuevo a Francia, Holanda y Bélgica para rendirse definitivamente a la pintura de la luz, el Impresionismo que cultiva con maestría.
La muestra Una ilusión hecha realidad de Manuel de Gracia en la Galería Ansorena supone una oportunidad única de recorrer algunos lugares de Europa y África a través de los bellísimos lienzos de un hombre apasionado por pintar.
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