“Yo no existo en la vida sino a condición de ver”, dice Le Corbusier en el prólogo americano de Précisions sur un état présent de l'architecture et de l'urbanisme. Uno de los numerosos libros escritos por el arquitecto francés sobre su personal concepción de las ciudades modernas. Mundialmente conocido por su obra arquitectónica y urbanística, Charles-Édouard Jeanneret (Chaux-de-fonds, Suiza, 1887 – Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 1965) fue un creador polifacético que fomentó el diálogo entre disciplinas muy diferentes.
Siguiendo la tradición familiar dentro de la industria relojera, Le Corbusier se formó como grabador. Sin embargo desde muy pronto los profesores advirtieron sus dotes para el arte. Siguiendo su consejo, continuó estudiando en la escuela arte de su ciudad natal. Después, arquitectura. Inventor, filósofo, escritor, poeta, diseñador, escultor… y, cómo no, pintor. El genio suizo de la arquitectura contemporánea fue un auténtico huracán de creatividad, cuya potencia desbordaba cualquiera de las disciplinas desarrolladas en su taller, una especie de laboratorio secreto donde completaba su visión científica de la sociedad.
Si su carrera como arquitecto y urbanista ha recibido un reconocimiento unánime, también la vertiente pictórica y ensayista fue de gran importancia ya desde los años 20 cuando colaboraba en la revista L’Esprit Noveau junto al pintor Amédée Ozenfant. Durante toda su vida, Le Corbusier compaginó ambas actividades con el mismo interés, al igual que la de diseñador de muebles, manteniendo en todo momento un discurso intenso, rico y relevante tanto para el mundo del arte en general como para la arquitectura en particular.
La Galería Guillermo de Osma inauguró el pasado 1 de febrero Le Corbusier. Arte y Diseño. Una muestra extraordinaria que reúne parte de la obra pictórica de este artista polifacético. A través de recorrido por los últimos 30 años de su vida, no sólo se pretende analizar sus principales características como pintor, sino también destacar la importancia de esta disciplina en el conjunto de su producción. Y es que tanto el dibujo como la pintura influyeron de manera indiscutible en la carrera profesional del francés.
Se trata de presentar una imagen sintética y clara de la aportación de Le Corbusier en el terreno estrictamente pictórico, aunque también están presentes en la exposición algunos de los diseños de mobiliario, como los del Apartamento del Pavillon Suisse (1933).
Siempre fascinado por la naturaleza y la metamorfosis, establece en su discurso artístico estrechas relaciones entre las formas artificiales, naturales y humanas. Las obras seleccionadas, muestran precisamente cómo el estudio de la naturaleza y el cuerpo desencadena toda esa serie de inquietudes que termina por traducir en las deformaciones compositivas, superposiciones, armonías y combinaciones estilísticas que hacen su obra inclasificable, siempre humanista e inquisitiva.
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