Hay mucho de onírico en la obra de Mark Ryden. También de introspección, de alquimia y de esoterismo. Los mundos de Ryden son lugares impregnados de una extraña nostalgia, teñidos de sutil oscuridad, donde complejos elementos psíquicos se esconden bajo la apariencia de los clichés culturales norteamericanos. Su obra bebe de las misteriosas fuentes del Bosco y de Brueghel el Viejo que hace convivir con la monumentalidad de Neo Rauch y elementos del pop, el kitsch, el grafiti y la baja cultura. No en vano sus inicios artísticos hunden sus raíces en el low-brow setentero, movimiento contracultural enfrentado al circuito del arte elitista y las galerías.
Considerado el icono del surrealismo pop contemporáneo, el artista lo acepta con reservas. Ya que como él mismo afirma, siempre ha sido un ser solitario y le cuesta sentirse identificado en un grupo o movimiento determinado. Pero tampoco le molesta esta clasificación. Sus inquietudes artísticas se mueven en la línea de la irracionalidad y la imaginación. Prima el sentimiento sobre el pensamiento, el morbo de la carne cruda, la palidez y la sangre. En sus cuadros se entremezclan paisajes renacentistas habitados por figuras inquietantes, insectos y juguetes antiguos. Figuras como la de Abraham Lincoln, Buda o Jesucristo aparecen una y otra vez junto a peluches peludos y niñas de mirada congelada, como encarnaciones del alma. Son precisamente estas dulces y tenebrosas criaturas de ojos inmensos las protagonistas de la mayoría de sus obras. Hay en ellas una belleza tensa y brutal, casi violenta. Una belleza perturbadora e indefinida que escudriña al espectador hasta el punto de sentirse descerrajado en su intimidad.
Sin embargo y pese a lo controvertido de su trabajo, Ryden no pretende reflejar crítica social alguna. Al contrario, prefiere sumergirse en la emoción, en la experiencia de su propio subconsciente, muy alejado de la realidad actual. Mis motivaciones no buscan juzgar o crear controversia intencionalmente. Sólo observo la vida y la realidad de diferentes maneras, desde múltiples perspectivas. Su técnica es precisa, meticulosa y detallista; de colores puros y limpios, existen fuera de cualquier tiempo o espacio específico, pues pocas referencias lo conectan a la vida contemporánea.
El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga presenta en exclusiva Cámara de las maravillas, la primera retrospectiva de Mark Ryden en Europa. El título de la exposición alude al propio proceso creativo del artista que comienza invariablemente en su “gabinete de curiosidades”. Un espacio caótico donde reina el desconcierto, poblado por infinidad de objetos raros, figuras extravagantes, juguetes antiguos, cachivaches de todo tipo casi inclasificables. Todo ello envuelto en una especie de halo mágico, muy cercano a la alquimia y al poder evocador de la infancia.
Se trata de una muestra inédita que recoge las piezas más importantes de la producción del artista. Desde sus raíces surrealistas y dadaístas hasta las últimas representaciones como Self Portrait as a Dodecahedron, de 2015. Un autorretrato que incide sobre su mundo interior y representa de nuevo las imágenes más recurrentes en su trabajo. Una abeja, un árbol, un amonites, un cernunnos, Lincoln, un feto, su firma, un oso, una pieza de carne cruda, un ojo y, en su parte superior, el zodiaco chino cons su 12 ciclos anuales de animalesy el Ying y el Yang en el centro.
Mark Ryden nació en Medford (Oregón), se formó en Pasadena y expuso por primera vez de manera individual en la Mendelhall Gallery. La muestra, The Meat Show, ya dejaba entrever su atracción por la carne. Hoy, pasada la cincuentena, el universo Ryden mantiene esa inquietante dualidad, a caballo entre la ternura y la perversidad, la crudeza y la inocencia. Esta es sin duda la característica más llamativa de su arte.
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Cámara de las maravillas. CAC Málaga. Del 16 de diciembre de 2016 al 5 de marzo de 2017.
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